Había una vez (no hace muchos años, no en una era muy lejana sino en el siglo recién pasado) una abuela muy activa y con mucha energía que vivía en la copa de unos árboles de manzanas con sus cinco nietos. Además de trepar por los árboles, de hacer excursiones y de cocinar deliciosas tortitas, a la abuela le encantaba hacer ganchillo y punto de media, y lo hacía estupendamente. A pesar de tener tanta energía y ser tan inquieta, la abuela era capaz de pasar muchas horas sentada en su silla tejiendo. Desde que era una niña pequeña, la más joven de sus nietos se parecía mucho a ella –era muy activa, movida y curiosa. Una de las cosas, entre tantas otras, que la niña aprendió de su abuela fue a hacer crochet. Pero la verdadera pasión por el croché llegó más tarde a su vida, mucho tiempo después de aquellos años en los que lo aprendió como un juego más. ¿Ya lo adivinaron? Esa niña era yo.
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En mis diseños solo utilizo hilo orgánico certificado, ya sea de algodón o de lana. Esto significa que las fibras que componen los hilos están libres de productos químicos (fertilizantes, pesticidas y herbicidas), haciéndolas medioambientalmente sostenibles, y que contienen menos alérgenos, por lo que resultan más confortables y seguras para la piel.
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